Mercantilización y reduccionismo

El tratamiento de los recursos naturales desde la perspectiva de la trimembración social

01.06.2015

Rudolf Steiner describe en el Curso de Macroeconomía los tres factores productivos, naturaleza, trabajo y capital, de la siguiente manera: La generación de valor económico se produce por un lado por el trabajo que transforma la base natural, y por otro lado por el espíritu que organiza el trabajo. El trabajo tiene aquí un doble carácter peculiar. Por un lado es la fuerza formadora que modifica los recursos naturales, por otra parte es transformado por el espíritu.

Esta división de las fuerzas productivas se puede comparar con la trimembración del ser humano en cuerpo, alma y el espíritu. Dentro de esta división, también el alma tiene un doble carácter peculiar: el alma, en su anhelo por el espíritu, se somete al impulso creador del mismo; pero al mismo tiempo interviene por su parte en la formación de la corporeidad humana. En otras palabras: en el organismo social, los recursos naturales tienen el papel del cuerpo, al trabajo el papel del alma, y el capital el papel del espíritu.

La comparación entre el organismo social y el humano se puede ver bajo el paradigma actualmente vigente dentro de las humanidades, las ciencias sociales y las ciencias naturales. Su enfoque común de concebir el mundo y el ser humano bajo conceptos mecánicos es decisivo para el pensamiento del público en general. En la biología, se busca reemplazar el concepto de organismo por el de causalidades mecánicas. En la psicología, la acción humana se interpreta como patrón mecánico de estímulo y reacción (conductismo). Incluso en las humanidades existe el modelo del mundo como mecanismo de relojería como metáfora que representa la lógica mecánica del pensamiento científico moderno.

En el marco de los paradigmas que prevalecen en las humanidades, las ciencias sociales y las ciencias naturales, sale victorioso el reduccionismo, que trata de someter todos los fenómenos a una lógica funcional mecanicista.

Este reduccionismo se encuentra de manera similar en el pensamiento social. Las fuerzas productivas de la naturaleza, el trabajo y el capital se reducen a productos básicos. Se trata de tendencias reduccionistas que cobraron impulso casi simultáneamente en el siglo XIX y comenzaron a triunfar en el siglo XX. La mercantilización de las ciencias va acompañada pues de la profanación de las ciencias. - Esta tesis también puede formularse al revés: el proceso de volver a liberar las humanidades, las ciencias sociales y naturales del encadenamiento mecanicista no se produce debido a que el pensamiento reduccionista ha tomado posesión de nuestra vida diaria y forma parte de nuestras costumbres de pensar.

La mercantilización es un resultado bienvenido por los economistas, ya que para ellos el mercado es la primera solución de cualquier problema económico. Sin embargo, esta visión es una ilusión: el trabajo, la naturaleza (suelo, recursos minerales, etc.) y el capital se pueden considerar como bienes y servicios, pero en realidad no lo son.

Por ejemplo, tratar el capital como mercancía resulta en que el aumento de la productividad inducida por la inversión de capital, usurpada por los dueños del capital, no repercute en el organismo social (y sobre todo en la vida espiritual). Cuando a su vez el trabajo es reducido a ser considerado mera mercancía, esto significa que el trabajador queda ajeno al proceso laboral, pierde el interés en el proceso de generación de valores, y tendrá como única recompensa la paga de su trabajo por el precio de mercado. Finalmente, cuando el carácter de mercancía es dado a los recursos naturales, ellos reciben un precio que forma la base del ingreso del actor económico que ha tomado posesión de un recurso natural.

¿Qué tipo de desarrollo se puede observar actualmente en el campo de los recursos naturales? ¿Las tendencias de mercantilización siguen con más fuerza, o existe algún contramovimiento que intenta liberar los recursos naturales de su carácter de mercancía?

Hoy, la mercantilización se lleva a cabo principalmente en los países de África, en China, Brasil y la India, dirigiendo su interés a todos los recursos naturales, desde la tierra hasta el agua y el aire. El ejemplo del aire muestra cuán poderosa se ha vuelto la ilusión de que los bienes naturales sean meros bienes económicos. Con el fin de limitar las emisiones de CO2, se generan derechos de contaminación; el sistema de limitar estos derechos está pensado para limitar y frenar el cambio climático. Lo significativo de este ejemplo de mercantilización es que una solución solo parece concebible si un problema puede ser tratado en el marco del modelo de mercado, que a su vez presupone que el aire tenga el carácter de mercancía.

De la misma manera se puede interpretar el intento de mercantilizar el clima mediante la generación de un derivado del clima, que convierte en mercancía los riesgos climáticos. La consecuencia de la mercantilización de la naturaleza es una mayor mercantilización del trabajo. La privatización de la tierra (y con ella la expropiación de los propietarios anteriores), y del agua obliga a una mayor subyugación del trabajo bajo el proceso de mercado. La adquisición de derechos de emisión de CO2 significa por un lado la mercantilización del aire, y ésta facilita la creación de nuevos derivados de capital, con el efecto de que se producen todavía más bienes ficticios.

Cabe preguntarse si existe una esperanza legítima de que surja un contramovimiento que pueda detener las tendencias de mercantilización. En las tendencias históricas de mercantilización de la naturaleza, del trabajo y del capital, podemos distinguir tres fases.

  • El siglo XIX está marcado por la mercantilización del trabajo, que, como contramovimiento, provocó el movimiento de los obreros y de las cooperativas. El poder de los sindicatos y los partidos obreros condujo a soluciones que sin embargo no resultaron sostenibles y perdieron su función pacificadora con la Primera Guerra Mundial.
  • En los años 20 del siglo pasado, llegó una segunda oleada de mercantilización, particularmente impulsada por el capital. La consecuencia fue la gran crisis económica mundial de 1929/1930.
  • En la tercera fase, la mercantilización se apropia de la naturaleza en un alcance sin precedentes. Ya no se trata solo de la tierra y de los recursos naturales, sino de los reinos naturales en su conjunto. Los resultados de la investigación sobre el genoma de plantas, animales y humanos son patentados para comercializarlos. De esta forma, se comercializa cada vez más información biológica.

Los contramovimientos de la sociedad civil requieren de un anclaje global constante, ya que solo en este nivel de acción se puede combatir la destrucción de la naturaleza. Los efectos de la destrucción afectarán a toda la población del planeta, tanto a los pobres como a los ricos, del norte y del al sur.

Hay enfoques esperanzadores, que no merecen ser devaluados por un pesimismo precoz. Lo que nos corresponde es concienciarnos y expresar con claridad las formas en las que el capitalismo combina las formas de mercantilización del trabajo, del capital y de la naturaleza, una combinación apta para frustrar una y otra vez el trabajo del contramovimiento emergente. Esto sería el primer paso en el sentido de superar un umbral en lo social.

André Bleicher, revista ‹Impulsos Sociales› (Sozialimpulse ), junio de 2015