Trimembración interior - Interés social

 

Índice

 

La transformación del pensar, sentir y querer. Una cuestión seria para la civilización moderna

Una cultura de oposición y respeto

Interés en el pensamiento del otro

Educar la voluntad propia

El sentimiento de responsabilidad social

Desarrollo de un sano pensar, sentir y querer sociales

Ámbitos de identificación y actuación saludables para el pensar, sentir y querer

 

 

La transformación del pensar, sentir y querer. Una cuestión seria para la civilización moderna

En las crisis sociales de nuestro presente sucede lo mismo que lo que Rudolf Steiner quería señalar después de la máxima crisis de su tiempo, la Primera Guerra Mundial. 

La experiencia de la catástrofe de la Guerra Mundial, dice Rudolf Steiner en “El aspecto interior del enigma social”,

“debería hacer que el ser humano aprenda que fue su pensar, sentir y querer que le empujaron a dicha catástrofe, y que no habrá salida de ella (aunque adapte otras formas distintas) mientras no desarrolle la firme resolución de una transformación de su alma.”

El aspecto interior del enigma social, quinta conferencia, GA 193.

 

La pregunta de cómo podemos tener una experiencia real y personal del ser del Cristo, aparte de un acercamiento teórico/ teológico y más allá de la mera predicación de valores morales, es una cuestión social porque tiene mucho que ver con la relación que tenemos con nuestros congéneres y con la cultivación de nuestro pensar, sentir y querer en la vida diaria. De ahí Rudolf Steiner formula la pregunta para “todo aquel que tenga interés en cuestiones científico-espirituales”:

“¿Cómo podemos encontrar en nuestros tiempos el Cristo Jesús desde el corazón propio, desde el impulso más propio de nuestras almas contemporáneas?

El aspecto interior del enigma social, tercera conferencia, Zúrich, 11 de febrero de 1919, GA 193

 

“¿Qué ha sido de la vida espiritual? Se ha convertido en apéndice de la vida estatal, un apéndice de la vida económica. El estado como administrador de la vida espiritual, especialmente del sistema escolar, ha arruinado nuestra vida espiritual. El predominio de la vida económica nos la ha arruinado aún más. Necesitamos una vida espiritual libre, pues solo la vida espiritual libre puede realmente recibir lo que el mundo espiritual quiere revelar a la humanidad.   […]

Estas cosas, que hoy también son proclamadas en la forma de la "trimembración del organismo social", son el cristianismo, son revelaciones espirituales revestidas de formas externas. Esto es lo que nos hace falta, lo único que ofrece la base real y la posibilidad real de repensar y reaprender lo que tanto urge a la humanidad.”

El aspecto interior del enigma social, quinta conferencia, GA 193

 

Una cultura de oposición y respeto

“El mutuo reconocimiento entre dos personas no puede basarse en algo más importante que la percepción de algo que vale la pena tomar en serio porque se basa en un sentimiento vivo, en una experiencia verdadera o en un pensamiento autor responsable, algo en lo que sabemos que proviene de lo más íntimo de la otra persona y no de ideas que la otra persona no puede soltar o que quiere proyectar en mí, motivada por cierto interés propio. En este último caso, percibo que el otro no está interesado en un intercambio conmigo y en una comprensión compartida de nuestras almas para generar juntos algo completamente nuevo y percibo que el otro más bien está interesado en asegurarse de que yo esté en la misma línea que él.

La lucha por el juicio correcto, la acción correcta, la lucha por la "verdad" la libramos con nuestro Yo. Es en la lucha en la que el Yo cobra conciencia de sí mismo. Y si no cierra sus ojos espirituales, también ve a los demás luchando. En el alma experimentamos lo difícil que es esta lucha y lo fácil que es hacer daño al otro y, sin embargo, también apreciamos lo humana y lo necesaria que es.

Necesitamos una cultura que permita contradicciones y ambivalencias, que sobre todo esté abierta a cualquier pregunta y que no seleccione de antemano preguntas legítimas e ilegítimas".

Andreas Laudert. Boletín “Das Goetheanum” no. 38, 2020

 

Interés en el pensamiento del otro

Vivimos en tiempos en los que la polarización social ha alcanzado un grado nunca antes conocido. Es más difícil que nunca que las personas escuchen los hechos y que se escuchen entre ellas. En los últimos años, la división social se ha hecho un fenómeno casi imposible de superar en los casos particulares. Entre los dos lados de pro y contra (afirmación y negación) parece que es casi imposible un gesto de acercamiento o reconciliación. Esta situación es típica de las crisis sociales que complementan las crisis económicas, sanitarias, políticas, etc.

En el ciclo ‹El aspecto interior del enigma social›, Rudolf Steiner resalta el carácter profundamente crístico de esta disposición, hablando de cómo el interés en el ser ajeno y la autoafirmación en la voluntad propia conducen a un sentimiento social que se puede circunscribir como “por todas las cosas que se hacen y que se piensan”.

“En la medida que el ser humano desarrolle interés social por los pensamientos de su congénere, aunque los tome por erróneos, en la medida en la que el ser humano deje que las opiniones de los demás arrojen luz a los suyos, y en la medida en la que coloque sus pensamientos propios, que le pueden parecer verdaderos en el contexto de otros, por los que desarrolla un interés aunque le pueden parecer erróneos; tanto más podrá sentir en su interior una palabra del Cristo, que en nuestros tiempos ha de ser interpretada en el sentido de un nuevo lenguaje crístico. “El Cristo dijo: «cuanto hagáis por cualquiera de los más humildes, a mí me lo hacéis». Él no cesa de revelarse y hoy habla diciendo: «en el pensamiento de los más humildes habéis de reconocer mi pensar; yo entro en vuestro corazón cada vez que permitís que el pensamiento de otro se relacione con el vuestro; y siempre que sentís un interés fraternal por lo que sucede en otra alma, cualquier opinión, cualquier creencia que descubráis en el más humilde de vuestros hermanos, allí me encontraréis.       […]

Cristo es el Dios para todos los seres humanos. Pero no lo encontramos si permanecemos egoístas, ensimismados en nuestros propios pensamientos y solo lo encontramos si medimos nuestros pensamientos con los pensamientos de otras personas. Pero si ampliamos nuestro interés, la tolerancia interior para todo lo humano, si nos decimos a nosotros mismos: “a través del nacimiento soy un ser humano con prejuicios, a través de mi renacimiento desde los pensamientos de todos los seres humanos, alcanzaré un sentimiento social del pensamiento integrador, encontraré el impulso en mí que es el impulso de Cristo.” Si no me considero como la única fuente de todo lo que pienso y si, más bien, me considero un miembro de la humanidad hasta lo más íntimo de mi alma, entonces habré encontrado un camino hacia el Cristo. Este es el camino que hoy es el camino del pensamiento hacia el Cristo. Debe convertirse en una tarea seria en la vida de la autoeducación de verdad que nos conduce a adquirir un sentido para contar con el pensamiento ajeno, que nos conduce a corregir lo que llevamos dentro como tendencia propia a través de las conversaciones con los demás. Porque si esta tarea de la vida no se afianzara entre la gente, se perdería el camino hacia el Cristo. Ese es el camino del pensamiento en nuestros tiempos.”

El aspecto interior del enigma social, tercera conferencia, Zúrich, 11 de febrero de 1919, GA 193

 

Educar la voluntad propia

"Y el otro camino pasa por la voluntad. Aquí, también, la humanidad ha embarcado mucho en el camino que no conduce al Cristo, que la aleja del Cristo. Y en esta área debemos redescubrir el camino hacia el Cristo. Los jóvenes todavía tienen algo de idealismo por sí mismos, pero la humanidad de hoy es seca y sobria. [...]

Debe haber algo más, debe haber una autoeducación al idealismo. Además del idealismo innato de la juventud, hay que cuidar que en la comunidad humana se adquiera algo que es el idealismo propio, que no es el puro idealismo de sangre y fuego de la juventud, sino lo que se adquiere mediante la autoeducación, de la propia iniciativa.

Hay que sentir la gran diferencia entre el idealismo de sangre y el idealismo autoadquirido. Hay que sentir la gran diferencia entre el fuego de la juventud y el fuego que proviene de la aprehensión de la vida espiritual, que siempre incluye la posibilidad de ser reavivada y volver a ser reavivada, porque lo tenemos en nuestra alma, independientemente de nuestro desarrollo físico. Entonces podemos desarrollar el segundo idealismo, que es el idealismo adquirido, el idealismo del renacimiento, no el de la “innatidad”. Este es el camino de la voluntad al Cristo.

Entonces, si nos educamos en este idealismo, o si lo enseñamos a la juventud, en proceso de despertar, una tarea especialmente necesaria, entonces encontraremos en este segundo idealismo que en el ser humano despierta el sentido para hacer no solo a lo que el mundo exterior nos impulsa. Más bien, será este idealismo del que surgen los impulsos de hacer más de lo que el mundo sensorial nos impone, el idealismo del que nace el sentido de actuar desde el espíritu. En lo que hacemos a raíz del idealismo alcanzado mediante la autoeducación, entenderemos lo que Cristo quería. Él no bajó a la Tierra desde los mundos extraterrestres para realizar objetivos terrenales en ella, sino que bajó del mundo extraterrestre al mundo terrenal para realizar hechos supranaturales. Pero solo podemos unirnos a él cuando nos educamos en el idealismo, de tal modo que el Cristo, en su ser supranatural en lo terrenal, pueda obrar en nosotros. Solo en el idealismo auto desarrollado se realiza lo que la palabra paulina quiere decir acerca del Cristo: “no yo sino el Cristo en mí”.

Quien desarrolle en sí un idealismo propio mediante la auto educación, también tendrá amor hacia la humanidad.   [...]

Tan solo predicar una y otra vez el amor, es quedarse en puras frases, palabras huecas. [...] En la medida que uno se auto educa en el idealismo, su alma le conducirá a un autónomo interés sentido por el otro."

El aspecto interior del enigma social, tercera conferencia, Zúrich, 11 de febrero de 1919, GA 193

  

El sentimiento de responsabilidad social

“Una cosa que van a experimentar al andar este doble camino, el del pensamiento y el de la voluntad, que acabo de indicar en su relación con la renovación del cristianismo. De sus propios pensamientos, si son interiormente tolerantes y se interesan por los pensamientos ajenos, y de su voluntad renacida, voluntad renacida en el idealismo autoeducado, se desarrollará algo que no puede llamarse de otra manera que un elevado sentido de responsabilidad por todas las cosas que se hacen y que se piensan.

El ser humano que se inclina por el desarrollo de su alma, si sigue estos dos caminos, sentirá en su interior […] un elevado y refinado sentido interior de responsabilidad hacia las cosas que piensa y hace. Cuando de esta manera aflora el sentimiento de responsabilidad, uno se pregunta a sí mismo si puede justificar esto, no solo en el entorno inmediato de su vida, sino al mismo tiempo ante la conciencia a la que se pertenece, un mundo suprasensible, espiritual.

   [...]

Hoy quería hablarles de este camino del Cristo, […] porque está íntimamente relacionado con los más profundos impulsos y tareas sociales de nuestro tiempo.”

El aspecto interior del enigma social, tercera conferencia, Zúrich, 11 de febrero de 1919, GA 193